martes, 2 de febrero de 2010

Caviatar

Se habla mucho de Avatar, la pela de Cameron.

Aquí en el Perú, un bloguista de Perú21 puso de moda la idea de "Bagüatar"...

Pero siguiendo a Aldo Mariátegui, insoportable personaje a quien me gustaría meter fierro, sugiero la idea de "Caviatar".

Nunca antes leí con tanto detenimiento a Aldo Mariátegui. Quizás lo mejor de Correo, antes de leer su artículo sobre Avatar, fue el cuasi manifiesto racista de Bedoya Ugarteche y sus réplicas más que divertidas. Como muchos peruanos soy de los que, para no llorar, se ríen de la indignación como señal de impotencia. Pero con M.Aldito no reí. Es más, su análisis de la película me pareció más interesante y entretenido que las técnicas y eruditas críticas de Ricardo Bedoya en el Comercio. Me pareció más agudo en su comentario que la simple idea propuesta por Marco Sifuentes en el artículo de Baguatar: ponernos en el lugar del otro frente al violento desarrollo de la "cultura hegemónica".

No comparto la noción de desarrollo de Aldo, pero sí rescataré algunos puntos de su artículo "Avatar en do menor". Puntos que reflejan lo fácil que es acomodarnos a un discurso pro-derechos humanos y el recurso a lugares comunes. Con lugares comunes me refiero a frasesitas medio fresitas como "imponer la cultura hegemónica genera violencia", "hay que sostener una actitud dialógica", "debemos respetar al medio ambiente", "el indígena no es más que un buen salvaje y el civilizado un capitalista sin escrúpulos" y otras ideas que, por más necesarias que puedan ser para una vida buena ideal, terminan siendo nada más que buenas intenciones cultivadas con harta hipocresía. Y no me interesa si con esto se resienten mis amigos progres. A quien le caiga guante, que se lo chante.

Cada punto que desarrollo presenta elementos que están en la película y que, a mi parecer, reflejan la idea específica de lo que es un "caviar". En este caso caviar lo defino no como un izquierdoso de clase media alta o alta, sino más bien como un izquierdista sincero pero que se siente bien cómodo con su floro revolucionario y/o pro-derechos humanos. Las "clases" no tienen nada que ver. Tampoco saco la idea de "caviar" como un recurso facilista para desprestigiar a los izquierdistas. Saco la noción de caviar para removerlos un poco, ya que andan o muy revolucionarios o muy adormecidos.

Primer punto: etnocentrismo.

En Avatar el etnocentrismo es evidente. Nace de dividir la narración en dos: la historia de los buenos que son los originarios de Pandora, y la historia de los malos... es decir, los humanos. Pero no se trata de "los" seres humanos. Como señala Aldo, el héroe no es un chino o un musulmán: es un gringo. Por lo cual la división no está limitada al género humano o al género de los extraterrestres. La división es principalmente cultural. La cultura de los "pandorinos" es buena y la cultura de los "gringos" es mala. Hay que decirle sí a los ritos mágico-religiosos pro-ambientalistas y no a la industria salvaje de los blue-jeans y la Coca-cola. El héroe gringo, al momento de apostar por los originarios no traiciona tanto a su "raza" como a su cultura. Y sí, yo creo que es traición.

¿Traición o defensa por la vida? Intuyo que algunos dirán que en Avatar, más allá de las diferencias culturales hay una apuesta por la vida, por una vida digna de quienes no quieren el estilo de vida occidental que es autodestructivo. Pero yo pienso más en una traición cultural que no se ajusta a la realidad; pienso que en Avatar se construye una utopía simplista, un sueño idealista.

Kati Mansilla, filósofa peruana y "uarmeña" especializada en ciencias políticas, comentaba que la cultura no puede ser vista como una pieza de museo. Eso es lo que se deja ver en el discurso de Ollanta, lo que hace Evo, lo que predica Chávez, y lo que, en esta película, nos propone Cameron. La cultura de los "pandorinos" y "pandorinas" es una pieza de museo que debe protegerse de toda infección occidental. La vida no es así. Y, otra vez, citándolo con el dolor de mi alma, Aldo, nos menciona que en Pandora resulta que no hay necesidades básicas: "no hay enfermedades, sobra la comida, no falta la vivienda, no se necesita educación ni tecnología, los animales terminan siendo dóciles..."

El etnocentrismo, como hemos visto, responde a esta idea de que las culturas deben mantenerse igualitas a través de lo años. Nadie puede cambiarlas. Ya sea porque se trata de un movimiento cultural "hegemónico" como el occidental que ha demostrado ser la voz cantante de progreso técnico y bienestar económico en líneas generales, o ya sea porque hablamos de formas de vida originarias que responden a una cosmovisión ancestral incapaz de mezclarse con Occidente. El etnocentrismo supone evitar el contacto: señal de intolerancia. La tolerancia está, más bien, en el encuentro y en la capacidad de elegir el estilo de vida que uno quiera según necesidades concretas. El encuentro, como paso previo a la la elección, supone el reconocimiento de las diferencias y por ende el reconocimiento de culturas antagónicas que deben negociar directamente el uso del poder. Esto lo aclararé en el segundo punto...

Segundo punto: uso del poder.

No pues... o sea que en Pandorilandia nadie ejerce el poder con violencia en el día a día. Eso de que se usa la violencia solamente cuando hay invasores que amenazan la supervivencia es difícil de creer. Y otra vez Aldo: "El padre de la protagonista debe haber sido un jefe déspota horrible y de seguro existiría alguna casta sacerdotal que vivía explotando al resto, siempre de acuerdo con los guerreros, que le metían palo y lanzazos al que se oponía o lo mandaban a matar a tribus vecinas para que saqueen y los enriquezcan, aparte de tenerlos ocupados y que no piensen para que no se den cuenta cómo los dominaban. Tal ha sido casi siempre la historia desde la horda." Y sí pues, ésta no es solo la historia de las hordas: es la historia de la humanidad. Es una historia construida con violencia desde todo punto de vista, en donde van y vienen los intereses particulares acomodados al sentir de toda una nación, como sucedió con los nazis en Alemania. Es la historia del capitalismo vertical que supone opresores y oprimidos, de las políticas públicas en donde no queda otra que el "daño colateral", de la formación de empresas (racistas) para un publico objetivo en desprecio de otro. Vivimos violencia día a día porque no sabemos lidiar con el poder: la violencia la ejercemos o la padecemos.

Ejercemos o padecemos violencia. Pero no solo ejercemos o padecemos poder: la diferencia está en que podemos entregarlo. Esa es la diferencia entre poder y violencia. No son lo mismo. Quizá uno de los más asombrosos actos de amor y desprendimiento sea el de entregar poder, teniendo la posibilidad de usarlo a nuestro favor, en función de nuestros intereses. Siempre tenemos la oportunidad de dar o negar poder, de guardarlo o compartirlo. El paternalismo, muchas veces ejercido por caviares (izquierdistas sinceros que andan muy cómodos...), refleja esta idea de que aquellos que viven en culturas alternas o sistemáticamente oprimidas son incapaces de poder defenderse por sí mismos, que no pueden ejercer poder alguno. Que están tan golpeados que su sufrimiento resulta ser más grande que su capacidad de resolver sus propios problemas. Y sucede que estos hombres izquierdosos de buena voluntad optan por una de dos opciones: o se vuelven miembros activos y solidarios de la cultura oprimida (para ser el héroe que Avatar propone) o sino se quedan con el poder para mejorar la calidad de vida de los oprimidos, teniendo la oportunidad de dárselo a ellos. "Pero si no tienen educación, ¿cómo se les va a dar poder? Mejor llevemos psicólogos, sociólogos, capacitadores y educadores antes de darles poder".

Escuché una vez a un amigo, Esen Espinosa, decir que si tuviera un hijo, una de sus prioridades sería entregarle poder. Que no habría mejor forma de educarle que dándole poder. Que se equivoque, que haga mal las cosas, pero que sepa que le fue entregado poder y que su papá confía tanto en él que no duda en dárselo. Pero, ¿cómo entregamos poder? Pienso en un padre o una madre que quieren asumir su paternidad o maternidad conscientemente. ¿Actuará como bebe solamente para que el hijo o hija sienta la entrega de poder en sus términos más íntimos, siguiendo la lógica de Avatar? Creo que no. ¿Entregará poder a su hijo o hija llamando a un psicólogo o a profesores? No tendría sentido si la idea está en asumir la paternidad o maternidad. Pensemos tan solamente en el momento en el que un pequeñito aprende a caminar: cuando el papá o mamá le suelta la mano al niño, en ese momento le está entregando poder. El poder mal utilizado generará dolor: el niño caerá y podría golpearse, pero si camina entonces el poder habrá tenido un poder transformador incuestionable.

¿Habrá que llevar a un staff de profesionales para atender las necesidades de un grupo o cultura pobre y marginada? No. ¿Tendremos que volvernos indígenas o convertirnos en miembros de una cultura originaria? Tampoco. Primero está el encuentro: la mirada de uno siempre interpela a otro y, es en esa mirada que podemos reconocer al otro como diferente.

El principio de individuación, lo que nos hace únicos, nace de un acto cruel de violencia. Verdaderamente cruel. Según Winnicott el ser humano se empieza a reconocer como individuo cuando el bebe empieza a asumir con dolor que no es una sola unidad con su madre. Reconoce que constantemente es desprendido del seno materno, espacio que lo envuelve en una relación única con la madre. Tomar de su leche pegado a su seno lo hace sentir en una plena unidad con ella. Pero cada vez que sale de ese espacio, se reconoce solo, en absoluta soledad. Y, con ello, gracias al dolor, también aparece el reconocimiento de su madre como única y otra diferente de sí. Siempre hay dos al momento de reconocer. Nunca hay piezas de museo que cuidar, hay seres humanos que debemos reconocer en su diferencia siempre cambiante. Debemos asumir que vernos a nosotros como diferentes es, desde siempre, doloroso.

Después de la mirada está el lenguaje. El padre le podrá decir a su hijo, "si quieres caminar toma de mi mano". El lenguaje sirve para negociar la entrega del poder. Negociar implica reconocer al otro en igualdad de capacidades y en su diferencia. Si no negocias el poder entonces ejerces violencia: por acción u omisión. Es mejor que el niño se caiga de cabeza sabiendo que su padre le dio la oportunidad de elegir, antes que se caiga de cabeza solito sabiendo que a su papá no le interesa si camina o no. De por sí el encuentro previo nos lleva a entender que la acción de uno marcará necesariamente a otro, pero sobre todo al más pequeño. Ese ha sido el caso de Bagua, que se refleja en la acción desentendida del Estado (papá) y de las culturas selváticas (hijos). Así pues entregar poder, no es otra cosa que darle a otro la posibilidad de elegir. Ser padre (asumir paternidad) no es ser autoridad correctiva. Ser padre no implica tanto ejercer poder, como tener la iniciativa de entregarlo. Pero el padre también tiene intereses: por eso negocia. Nuestra vida está llena de relaciones de poder: siempre jugamos con ellas. Ser padre es asumir un personaje concreto en el mundo en que vivimos, es asumir paternidad. A veces el hijo puede asumir la paternidad que su padre nunca ejerció. En Avatar curiosamente nadie asumió paternidad...

En Avatar no hay reconocimiento de ninguna de las partes. Los que tienen más poder, que al comienzo son los humanos, no piensan negociar con los que tienen menos. Los intereses son claros. Y cuando los que tenían menos poder (los pandorinos) llegan a tener más, no negocian con los que ahora están siendo dominados. Sencillamente no hay relaciones de poder: hay violencia. Esto sucede porque hay dos bandos incapaces de reconocerse y ciegos a sus propios intereses. Y a este punto quería llegar...

Tercer punto: ¿derechos humanos?

Los violentos habitantes de Pandora parece que son los abanderados de los derechos humanos. Por ellos es que sabemos que el ser humano tiene derecho a vivir según su cultura; que los occidentales por culpa de un capitalismo irresponsable, de un industrialismo expansionista y de políticas imperialistas son autodestructivos, y que por ello debemos cuidar el medio ambiente; que la violencia es de uso exclusivo en casos de supervivencia; que debemos ponernos (literalmente) en el lugar de otro asumiendo el lenguaje y las costumbres de la otra cultura para evitar muertes inútiles; etc.

Muchos "debemos", muchas leyes, pero poca realidad. La pregunta es ¿Cuál es el sentido de las leyes y los derechos humanos si no podemos lidiar con relaciones de poder concretas?

Vayan sacando las chairas...

Luchito Chaveta



P.D Aquí van los enlaces para que lean:
"Baguatar" de Marco Sifuentes:
http://blogs.peru21.pe/peru2punto1/2009/12/baguatar.html
"Avatar en do menor" de Aldo Mariátegui:
http://www.correoperu.com.pe/correo/columnistas.php?txtEdi_id=4&txtSecci_parent=&txtSecci_id=84&txtNota_id=262102

4 comentarios:

  1. Hola Luchito:

    Más que interesante. Muy valiente tu referencia a Aldo Mariátegui, quien es más que satanizado por algunos intelectuales (aunque con mucha razón en algunos casos). En lo personal, me gustó la película de Avatar. Claro, no se le puede pedir mucho a Cameron y su visión "gringa" de comunidades "no gringas". Nada más visible que la visión que suele tener el centro de producción industrial respecto a la periferia.

    Respecto a los acomodados de la izquierda: Totalmente de acuerdo, más de uno habla de trabajos en zonas de extrema pobreza y reciben con ello sustanciosos sueldos que triplican el salario de quienes dicen "defender".

    Tengo más que decir, lo diré después

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  2. Michael,
    Tienes razón. En líneas generales la película es buena: cumple con su función de entretener. Tiene una trama simple y efectos alucinantes. El mismo Cameron reconoce que su pela es un reciclado de muchas cosas.

    El tema está que en el Perú a la gente le gusta hacer comentarios grandilocuentes sobre películas con harto contenido moral, sea la postura que sea. Eso fue lo que me motivó a hacer este artículo: ya tenía en la mano el artículo de Aldo y el de Marco.

    Saludos,

    Luchito Ch.

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  3. 1. Toda cultura tiene distintos momentos de desarrollo, momentos álgidos y decadentes, momentos de apertura e interacción y momentos de atomización y "emburbujamiento"

    2. Avatar, es una cultura que se encuentra en un momento en que sus instituciones se desarrollan con cierta eficacia. Han vivido un era conflictuada en el pasado. Pero al mismo tiempo se unen en cuanto a un "otro" enemigo, que tienen en común. Se evidencia la ineficacia de su sistema tribal en el momento en que una de las poblaciones es atacada, error que es rápidamente subsanado al momento de reunirse ante la figura de una especia de "mesías" (¿Juan Chogne? ¿Manco Inca? ¿Túpac Amaru? ¿Túpac Catari? Sin ánimo de idealizar sino de ejemplificar, ya se ya se, la historia es más compleja)

    3. La sociedad humana que ataca es una de las expresiones más decadentes de occidente en materia ética e intercultural. Ya lo hemos visto con los puritanos ingleses que llegaron a colonizar tierras norteamericanas, o en los españoles en tierras del caribe.

    3. Por lo tanto, el encuentro entre Nabi y Humanos no es de dos culturas uniformes exactamente, sino de dos momentos en los cuales las culturas se encuentran, o en todo caso, dos expresiones culturales que se hallan en un momento determinado de su historia. En este sentido, el contraste presentado sería válido, mientras se entienda que los humanos representan un momento cultural de su proceso histórico y en los nabi ocurre los mismo.

    Bueno, estas conclusiones parten de un presupuesto fácilmente identificble, espero sea ocasión para hablar de interculturalidad.

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  4. Chaireador, vuelve a tu oficio, que los que pelean una vez se les conoce en el oficio como "fuleros". Gástate unas horae en un nuevos post, sacrifica algun tiempo para una buena mecha que te seguimos esperando.

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